Qué día de tantas cosas

Las verdades humanas se presentan devastadoramente.

Surgen, una tras otra, imágenes, sonidos, aromas, sueños, dolores, angustias y el infinito más enorme de todos.
¡Qué día tan condenado! ¡Qué cantidad de preguntas y quebrantos!
Es cierto, por un lado, que mi mundo se va recontruyendo, es cierto también que es profundamente difícil salirse de uno para ver el resto, la realidad cruda de todo, pero es innegable, el país que construyeron otros a punta de balas, muerte, indiferencia, impunidad, egoísmo, hoy se enfrenta a un día más de aquella historia y NO HA HECHO COSA ALGUNA PARA ENCONTRARSE CON EL CAMINO PERDIDO.

¿Dónde quedaron los anhelos, la justicia, la fraternidad, el honor, la lealtad con el pueblo de este país que tanto ha tenido que pasar?
¿Por qué hoy la vida sigue como si nada, como si todo, como si fuera el fin conseguido, el ideal del desarrollo? ¿Por qué todavía no se abren los ojos?

Qué dolor tan determinante, qué dolor en las calles, en las poblaciones, en el país olvidado por los gobernantes, que dolor en nuestra historia y en nuestro futuro, qué desesperanza.

Vaya mi recuerdo, homenaje, saludo eterno a todas las personas que vivieron y sufrieron la masacre, a todos aquellos que lucharon con el alma por mí, por nosotros, por conseguir un ideal de vida incuestionable y por tener el coraje que me falta para luchar desde lo profundo.

¡Qué tristeza gigante! No hay olvido, no hay perdón, no hay entendimiento, no se puede comprender el porqué de la injusticia, la desigualdad, la barbarie.